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Daína Chaviano (Autor)

Artículos

Cuando una mujer calla

Autor: Alejandro González Acosta

Fuente: Otro Lunes (Revista Hispanoamericana de Cultura)

A mí me interesaría mucho más vivir dentro de la cabeza de Daína Chaviano que dentro de la John Malkovich; por lo menos, una temporada. Debe ser una experiencia por igual hermosa y medio aterradora, con mucho de sorprendente, divertida, inquietante y misteriosa.

Con esas luminarias con las que mira el mundo y se mira por dentro como reflectores implacables (sospecho que Huidobro compuso para ella eso de “¿irías a ser muda que Dios te dio esos ojos? …”) todo puede salir a la luz, aún los más complejos y contradictorios comportamientos humanos.

Hace mucho rato, desde muy jovencita, todos sabemos que Daína es una extraterrestre, una principita que cayó de su asteroide por este planeta cada día más desolado, con la misión secreta de embellecerlo un poco. Otros, al parecer muy bien informados, aseguran que ella no existe, y se trata sólo de una embrujadora leyenda habanera, elaborada de salitre y perfume de mariposas, aunque también algunos aseguran haberla sorprendido corriendo como una gacela despavorida por la Quinta Avenida de Miramar, saltando con asombrosa ligereza ingrávida los muros de los jardines que custodian las mansiones, sobre todo en las noches de luna llena y de azoteas cálidas; pero en realidad, nadie la ha visto, y los que más se acercan a su silueta, sólo mencionan con sonora coincidencia un rastro oloroso, como de jazmines.

Quizás para contradecir todas las teorías anteriores, alguien llamado como ella y que se le parece mucho, decidió escarbar los cajones de su escritorio y rescató un puñado de escritos que se habían quedado por sus rincones cómodamente extraviados. Y con el derecho absoluto que concede el capricho soberano, los juntó en un tomito precioso, liviano como la bruma, lo vistió con una hermosa portada, y hasta le dio nombre: Extraños testimonios. Pero, para hacerlos aún más extraños y enigmáticos, acotó a continuación: Prosas ardientes y otros relatos góticos.

¿Gótico cubano? Pues sí… Habíamos olvidado decir que ese ser legendario dice que nació en Cuba, pero nadie se lo cree. Aunque así lo asegura su cómplice Antonio Orlando Rodríguez en una nota que abre el volumen, pero tampoco es un sujeto digno de mucho crédito, porque escribe novelas (Chiquita y Aprendices de brujo son pruebas acusatorias terminantes). AOR asegura que ella le confió que esos relatos son “pequeños escapes o aventuras creativas”, pero tampoco se lo cree. Y es que nadie puede creerle ya nada a quien ha escrito cosas como Los mundos que amo, Fábulas de una abuela extraterrestre, El hambre, la hembra y el hombre y El abrevadero de los dinosaurios: no puede ser una persona confiable.

Uno hasta está dispuesto a conceder que estos relatos tuvieron un largo parto, “añejándose, como los buenos rones”, dice su cómplice artero, para ser saboreados una noche de tormenta tropical (quedamos que son cubanos). Mientras escribía los espejismos ya citados, ese ente iba sacando otros escritos que guardaba, esperando su hora. Porque debemos entender que un escritor no publica a medida que escribe, sino cuando siente que ya llegó el momento. Mucho más, si es mujer, que tienen esa cosa oscura y terrible llamado “sexto sentido” y también “olfato”, mezcla de sibila y meiga, de Fata Morgana y sabueso. Pero no escapa la confesión que fueron gestados juvenilmente, cuando las diminutas gotas de rocío aún reposaban en las hebras más verdes del césped de la vida. Así que, no se extrañen por nada quienes recorran esa senda de extrañas historias, donde se mezclan –como aquellos senderos que se bifurcan– “lo insólito, lo simbólico y lo onírico” (AOR).

Mujeres lobas, mujeres serpientes, mujeres ogresas, mujeres vampiras, mujeres arañas… como puede verse se trata siempre de seres femeninos muy encantadores, con quienes la existencia peligra… Como en la vida real.

Cada una de las breves historias de esos “extraños testimonios” podría ser toda una novela. Y alguna podría hasta incrustarse en un Decameron caribeño, como ese inquietante y motivador diálogo entre dos mujeres fundacionales como Lilith y Eva, conspirando contra un ingenuo Adán ajeno a todo lo que ellas traman en beneficio propio. Sospecho que esa historia en particular pudo haber sido secuestrada de algún cabaret berlinés de los locos años veinte del siglo ídem.

No recuerdo que Cuba haya tenido su Poe, ni su Lovecraft… Tampoco su Bradbury ni su Sagan… Pero no le hace falta: para ello vino de su asteroide esa tal Daína Chaviano; una mujer que sólo mira, escribe y calla…

Hombres del mundo: alégrense y celebren cuando las mujeres hablan, pero teman mucho cuando callan y escriben, porque son peligrosas y pueden resultar terribles. Pues no hay duda que una mujer en silencio es una amenaza mortal.

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Alejandro González Acosta. Investigador, ensayista y académico cubano residente en México desde 1988. Doctor en Letras Iberoamericanas (UNAM). Miembro del Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana, la Academia Mexicana de Estudios Heráldicos y Genealógicos, la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, la Modern Language Association. Miembro de la Academia Cubana de la Lengua y miembro correspondiente hispanoamericano de la Real Academia Española.